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Soy el yoyo de la duquesa,
soy el yoyo de la duquesa,
voy y vengo al ritmo de su mano. Me tambaleo y giro sin mañana. A veces en su palma, lo sublime me divierte. A veces en el suelo, me daña y me agota.
Cuando me voy lentamente, la cuerda se tensa. Luego ruedo incansablemente, la cuerda me espera. No puedo conducir por el camino. Estoy atado al dedo de su mano.
Cuando le toma un poco de tiempo jugar, me lanza al viento silbando sus deseos. Así que salto como un acróbata, le hago mi baile sin que se preocupe.
Una vez que es feliz, se rinde. En el suelo barnizado, en el suelo helado. Es un giro tras otro que me eleva lentamente. Y para el día, ya es de noche.
Sólo que desde mi cajón, estoy suavemente ordenado. Fuera de la vista y lejos de otras manos que juegan. Me vuelvo al azar hacia las velas de las candelitas. Pero sin linternas, el cajón está cerrado.
Me compadeceré de mí mismo mientras espero la encuesta. Que su duquesa recupere el deseo de jugar con su yoyó calladamente encerrado. Esperando el deseo de una mano hambrienta. Por Steve Delcourte
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